
Las crónicas coloniales y de períodos posteriores describen a este pueblo como los guatusos, por lo que por mucho tiempo se les conoció con este nombre. Existen fuentes como las de Solórzano (1997) que indican que los Maleku no habitaron siempre allí, y que son el resultado de la migración de varios pueblos originarios que huían de los colonizadores, procedentes algunos, del Pacífico Central.
En el Siglo XX este pueblo se vio menoscabado demográficamente por la invasión de los huleros procedentes de Nicaragua los cuales secuestraron, esclavizaron y asesinaron una gran parte de la población Maleku. Hoy son un pueblo pequeño en términos de cantidad de población. Se ubican en el cantón de San Rafael de Guatuso, en la provincia de Alajuela y están distribuidos en tres comunidades denominadas Palenque Margarita, Tongibe y El Sol.

Con relación al idioma Malecu éste se conserva en un 67.5% de la población, no obstante, especialistas en lingüística la consideran una lengua amenazada. En cuanto al plano religioso, conciben tres órdenes de entidades que son dioses, diablos y espectros. Su dios creador se denomina Tocu, es un ser antropomorfo y eterno que existe por su propia voluntad y se viste de manera tradicional con taparrabos y un penacho de plumas. Vive en varias regiones subterráneas bajo la cabecera de ciertos ríos, territorios que son de su dominio. En lo que se refiere al diablo, se le llama Maica, éste al igual que Tocu, existe por su propia voluntad. Habita en los lugares a donde llegan los que han tenido una “mala muerte”. Por su parte, los espectros, son relacionados con la noción de alma o cocá, que en la concepción de los Malecu es una e individual y no se localiza en ninguna parte del cuerpo. El destino del alma varía según el tipo de muerte que se clasifica en la “buena muerte”, que es la ocurrida por causa natural, y la “mala muerte”, que es la que sufren quienes mueren violentamente por accidentes, inmersión, o por heridas inferidas por personas o animales. Peña (1997).
Carballo (s.f) señala que desde mediados del siglo pasado esta población se ha visto afectada por la relación de la sociedad dominante, antes de esto conservaban su autonomía cultural por lo que han ido perdiendo tanto territorios como aspectos culturales, lo cual incidió en la emigración a zonas de trabajo y a las ciudades en busca de mejores oportunidades laborales. La presión sobre la tierra desencadenó igualmente conflictos internos, al no poder la comunidad asegurar espacio para la vida, ni para el trabajo. El desarrollo cultural, material y espiritual fue interrumpido al ser destruidos los bosques en los que habitaban, por lo que las costumbres cayeron en desuso, no obstante, la población lucha por mantener sus rasgos culturales, incentivando el idioma, el arte, la religión y las artesanías que han impulsado con el turismo.
Actualmente habitan viviendas construidas por el estado y similares a las del Valle Central. Dentro de las prácticas tradicionales destaca la de enterrar a los muertos dentro de sus casas, además son excelentes conocedores de los usos y propiedades de plantas medicinales. Con la actividad turística han rescatado algunos cantos y danzas en donde han incorporado el mastate como materia prima de su indumentaria, parte de sus ingresos son percibidos del trabajo con artesanías que ofrecen al turismo.