Los primeros migrantes chinos llegaron a Costa Rica en 1855 desde Panamá y eran originarios de Cantón, como la mayoría de las primeras migraciones. Algunas de estas personas fueron contratadas como sirvientes en una finca propiedad de José M.ª Cañas, ubicada en Nicoya y otras por el barón Alexander Von Bulow quién dirigía la Compañía Colonizadora de Berlín para esfuerzos de colonización alemana en el país. El fin de este primer arribo ocurriría en 1859 cuando José M.ª Montealegre prohibiría el ingreso de inmigrantes no blancos. (Gonzáles, 2017).
El mismo autor señala que a partir de 1870 se planteó la necesidad de traer al país población para realizar trabajos duros y en climas muy difíciles como las minas de Abangares. Por estas situaciones Minor Cooper Keith presiona al gobierno con el fin de que le permitan ingresar trabajadores no blancos, así logró traer personas de Cantón para que trabajaran en condiciones míseras en las minas y luego en las bananeras. Sin embargo, estos inmigrantes chinos pronto demostrarían habilidades en otras actividades comerciales como dueños de fondas, lavanderías, hoteles, comisariatos, así como también en el cuido de niños y labores domésticas, logrando mejorar un poco su posición social.
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Contratación laboral de la población china
Para el año 1872, los empresarios y comerciantes Henry Meiggs Keith, Otto Jonathan Hübbe Berqueest y Gritzell, expusieron al gobierno que habían formado una asociación para traer mil chinos sanos, robustos, de buenas costumbres, adictos al trabajo y de clima frío, por lo que solicitaban un respaldo económico de 30 pesos por cada persona china que trajeran, porque si utilizaban trabajadores nacionales en la construcción del ferrocarril, harían que se aumentara el valor de la mano de obra nacional en perjuicio de los hacendados del Valle Central, mientras que con los chinos, como ya habían sido traídos a varios países de América, representaban mano de obra muy barata.
En 1873 arriban a Puntarenas los primeros 653 personas provenientes de Macao, para desempeñarse en labores de la construcción del ferrocarril, los cuales fueron ubicados en campamentos restringidos. Algunos se desempeñarían en servicio doméstico, mecánica y cocina, para posteriormente ser “vendidos” como trabajadores rurales en haciendas. Para esa época, solo los indígenas y la población de origen africano mayormente mulata rompían con la relativa homogeneidad cultural y “racial” costarricense. La vía de obstruir el país a migraciones no europeas, por razones exclusivamente racistas, resultó lamentablemente común durante el período del Estado Liberal en Costa Rica. (Gonzáles, 2017).
El contrato laboral para estas personas, que fue presentado y aprobado por el gobierno de Costa Rica, indicaba que les correspondía traer este documento firmado por ellos o sus representantes. Para la llegada a Puntarenas debían ser recibidos por el contratante costarricense. Ser una población sana y en edades que oscilaran entre los 18 a 40 años. Los contratantes en Costa Rica debían darle alimento sano y suficiente, habitación cubierta, tres vestidos de manta al año, 5 pesos mensuales y atención médica en caso de enfermedad. Trabajarían 12 horas diarias. Tendrían tres días libres al año para sus actos religiosos.
El contratante debía de pagarle a la compañía importadora 350 pesos en moneda del país por cada trabajador chino que se dejara, la mitad, cuando se le avisara que ya estaba en Puntarenas y la otra mitad, tres meses después con un recargo del 1% de interés mensual. La compañía podía enjuiciar al contratante de no pagar la primera mitad o bien quitarle los trabajadores y contratarlos con otra persona. El contratante debía aceptar que la comisión del gobierno vigilara el cumplimiento del contrato, en especial el buen trato que dieran a los trabajadores chinos.
La intención era y así se hizo, vender los contratos de estas personas a particulares. Se trató de mano de obra muy barata y se vendieron según sus condiciones físicas: fuerte, enfermizo, bajo o alto, además sin nombre, solo identificados mediante un número. Por ejemplo, el 185 pequeñito, el 6 de buena apariencia, el 000 bien fuerte. Así bajo este número se le conocía, se le vendía, se le castigaba, se le ponía a trabajar, se traspasaba su contrato o se anunciaba su muerte. Años después, dado que no se llevó control de su apellido original, esta sería la causa por la que adoptaron los nombres y apellidos de sus patronos o según su gusto. Algunos de los nombres y apellidos utilizados fueron, Juan, Pedro, José, Francisco, Rodríguez, Alfaro, León y Sánchez, entre otros más. Participaron de este comercio humano ilustres personas de la política, cultura y empresarios del país, entre ellos, el ministro Salvador Lara, el doctor José María Castro Madriz, el Lic. Jesús Jiménez Zamora, don Valeriano Fernández Ferraz, don Jaime Güell, Mr. John Brealey, don Juan Bautista Espinach y muchos otros. Nadie les protegió, ni el cónsul de Estados Unidos, Mr. Riotte, ni el señor Otto Hübe, quien los había traído, ni el gobierno tal como se había comprometido. Estas personas trabajadoras chinas fueron maltratadas y explotadas por sus contratistas, por lo que a veces se rebelaban, siendo cruelmente castigadas y generando la huida de las haciendas.
Trato a las personas trabajadoras chinas
Los trabajadores chinos asignados al ferrocarril también fueron sometidos a intensos trabajos en condiciones infrahumanas de trato y alimentación. Tanto que si después de huir eran recapturados se ordenaba darles el número necesario de azotes y hierros y hacerlos trabajar. En el ferrocarril fueron a trabajar a la tercera división. Allí, cerca de la localidad de Fajardo, murieron nueve a causa de los derrumbes, pero el incidente más grave se produjo el 5 de enero de 1874 en el campamento III, cuando se negaron a salir a trabajar alegando mal tiempo y lluvias. Ante esto la reacción del encargado fue pedirles a los peones costarricenses que los obligaran con palos, piedras y chilillos. También dieron aviso al gobernador de Cartago, quien envió 35 policías al mando del capitán Félix Chinchilla, el cual después de ingerir licor ordenó disparar esa noche contra las chozas de estas personas mientras dormían.
El reporte dado de tan grave e inhumana actuación indicaba que ellos hacían señas pidiendo perdón, pero los mataban con furia. Como resultado un trabajador chino se volvió demente y los otros estaban heridos y aterrorizados. De este salvaje evento murieron cinco trabajadores chinos y un coolie, siendo enterrados por sus compatriotas en el campamento IV. Además, 18 heridos fueron trasladados a Cartago donde luego morirían otros dos más de ellos. Ante presiones, se realizó un juicio para investigar lo acontecido, cuyo resultado fue la absolución de los altos mandos, y para los soldados 30 días de prisión que ya habían descontado por haberlo estado mientras duró el juicio.

Durante el diario vivir, la población china fue víctima de agresiones, maltratos y ataques tanto en sus trabajos en el ferrocarril como en las haciendas, una actitud que calzaba con la directriz política de proteger la supuesta y distintiva “raza” homogénea y blanca del país. Y, sin embargo, siguieron llegando y no siempre por vías legales, dándose un crecimiento de la población china en el país. Las fondas, hoteles, lavanderías y comercio de abarrotes, licores y tabacos fueron las principales actividades en el siglo XIX, y las que continuaron en el siglo XX con leves variantes, como cambiar de fondas a restaurantes, la desaparición de la lavandería y la ampliación de la actividad comercial de productos de primera necesidad, como comercios y gasolineras.
Posicionamiento de la población china
La población china logró posicionarse rápidamente en la economía y la geografía nacional, la mayoría de las actividades económicas se realizaban en el Valle Central, Limón, Puntarenas y Guanacaste, mostrando que esas fueron las regiones donde se concentraron y se mantienen aún hoy. En la agricultura no tuvieron gran actividad sino hasta en el siglo XX como propietarios de grandes sembradíos de arroz y otros cultivos de subsistencia en Quepos, Parrita, Palmar Norte, Palmar Sur, Ciudad Cortés, Cañas, Santa Cruz, Nicoya y Filadelfia.
Generaciones Sino-costarricense
Son pocos los datos que se disponen acerca de la conformación familiar para el siglo XIX, se conoce que constituyeron dos modalidades de familias, las híbridas y las intra- étnicas. En la primera algunos se emparejaron, se casaron o tuvieron hijos con mujeres costarricenses. Al respecto Chen Apuy (1992) aporta que, muchas familias de origen chino pueden contar con 4 o 5 generaciones, aunque en muchos casos los apellidos originarios han desaparecido por los matrimonios con costarricenses mestizos, en otros, por motivo del cambio de apellidos o la españolización de sus nombres; por esa razón es difícil reconocer quiénes tienen antepasados chinos. Así apellidos como Sánchez, Sancho, Sanchún, Quirós, López, Soto, Salazar, Castro, León, Rupuy, hacen difícil la identificación de personas de este origen, esto debido a que, en muchos casos, los inmigrantes que venían sin su familia tenían hijos con mujeres costarricenses y eran inscritos o bautizados con el apellido materno. Por tal razón puede decirse que hay más sangre china en la población costarricense de lo que puede sospecharse. Chou (2002), agrega que hoy los hijos de chinos estudian, se profesionalizan, algunos son católicos y se sienten costarricenses; sin embargo, siempre existe el sentimiento de pertenencia a una minoría étnica diferente, incluso en casos en que los apellidos no lo indiquen.
Dentro de los muchos descendientes de la etnia china costarricense que desde sus trincheras han aportado al crecimiento económico, cultural, científico, médico y académico de Costa Rica, destaca la labor de la señora Hilda Chen Apuy Espinoza, de grata memoria, puntarenense, nacida el 23 de enero de 1923 e hija de un inmigrante chino y de madre costarricense de sangre mestiza. Doña Hilda se caracterizó por ser una de las máximas exponentes intelectuales y precursora en la investigación, conocimiento y estudio de las culturas orientales, con aportes significativos en la valoración de lo pluriétnico y lo multicultural.
Aportes culturales y materiales

El legado cultural chino a la humanidad es amplio, destacan las artes marciales, danzas, elaboración y empleo de vajilla y cristalería, la quema de pólvora (para ahuyentar a los malos espíritus), la confección de ropa tradicional, la caligrafía, la costumbre de tomar té, y una impresionante gama de platillos.
El primer aporte de esta población a Costa Rica le fue dado en mano de obra para la construcción del ferrocarril, más tarde la donación del puente de la Amistad en el río Tempisque por parte del Gobierno de Taiwán. Con el Gobierno de la República Popular China le fueron dados el Estadio Nacional y el Arco Chino.
El aporte económico es evidente en todo el país y se manifiesta mediante la variedad de negocios con productos orientales, hoteles, comisariatos, pulperías, supermercados, restaurantes y bancos, en los que se ofrecen y muestran una porción de la cultura oriental, a pesar de estar lejos de su país. Otros aportes están presentes en las artes plásticas, la medicina, la ingeniería, la gastronomía y demás áreas en las que se destacan.
La población china se caracteriza por realizar, tanto en su país o donde se encuentre, sus prácticas tradicionales ancestrales, entre las más representativas están:
- Año nuevo chino o Fiesta de la primavera. Es la festividad tradicional más importante del año. Se define como el primer día del primer mes en el calendario tradicional chino. Este calendario se basa en un calendario lunisolar, donde la fecha indica tanto la fase de la luna, como de la época del año solar.
- Danza del León y el Dragón. Esta práctica surgió durante la dinastía Han (206AC – 220DC). En las vísperas de la cosecha otoñal se realiza el espectáculo tradicional de la Danza del León y el Dragón. Se trata de una ceremonia de respeto a los antepasados y de petición de lluvia. Actualmente cambió a una recreación.
Este apelativo fue utilizado para designar a los cargadores y trabajadores con escasa cualificación procedentes de la India.