En la producción de alimentos, los principios de higienización de las plantas y la adopción de normas de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM) son obligatorias para que los productos tengan una aceptación por parte de la persona consumidora.
A lo largo de la evolución, en la industria alimentaria han ocurrido cambios importantes en los conceptos y en las prácticas sanitarias.
En 1969, la Secretaría de la Agencia para promulgar regulaciones de los Estados Unidos publicó el primer documento de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), el cual luego experimentó una serie de modificaciones. Posteriormente, la FDA usó las regulaciones de BPM para controlar los riesgos físicos, químicos, microbiológicos y otro tipo de contaminación durante la producción de alimentos.
Las normas de BPM han mostrado a la industria que muchas de las fuentes de contaminación físicas, químicas y microbiológicas pueden eliminarse manteniendo limpias las áreas internas y externas de las plantas, implementando procedimientos efectivos de limpieza y desinfección, controlando el uso de plaguicidas y teniendo prácticas adecuadas en el manejo de aditivos y productos químicos usados en limpieza y desinfección de plantas. Además, aplicando procedimientos que aseguren el buen manejo de los productos y procesos.
Constituyen un conjunto de principios básicos, los cuales buscan garantizar que los productos se fabriquen en condiciones sanitarias adecuadas y se disminuyan los riesgos inherentes a la producción y distribución.
La implementación de las normas BPM variará de acuerdo con el tipo de proceso.
Es decir, se deberán tener en cuenta las Buenas Prácticas específicas del proceso.
Lo importante es que se consideren cada una de las etapas que conforman la cadena de elaboración de alimentos, desde la “granja a la mesa”, que incluyen producción primaria, manejo y almacenamiento, procesado, distribución -comercialización y consumo.
La globalización de los mercados y la interdependencia económica entre los países, ha hecho que el comercio de alimentos se torne más exigente y competitivo. Además, cada vez es más claro que las personas consumidoras demandan productos que cumplan con estrictas normas de sanidad, inocuidad y calidad.
Todas estas variables indican que aquellas empresas regidas bajo principios de higiene de los alimentos y que proporcionan garantías hacia las personas consumidoras, pueden ingresar a nuevos mercados de forma más segura.