Arquitectura indígena

Los grupos amerindios que habitaron la Costa Rica precolombina desarrollaron una arquitectura basada en diferentes conceptos, pero todos ellos en estrecha relación con el entorno natural de cada grupo particular. Las edificaciones precolombinas fueron construidas con madera, varas trenzadas y otros materiales perecederos, mientras que, para las estructuras perdurables y monumentales, usaron el canto rodado.
Destaca como característica común a dicha arquitectura, el hecho de que su monumentalidad no sobrepasará nunca la escala de la naturaleza humana; mientras que la diferenciación arquitectónica y de diseño urbano testimonian las diferencias tecnológicas y de organización social, política, económica y religiosa entre los diferentes grupos y épocas que estos representan, pero siempre en consonancia con su hábitat y su cosmovisión.
Las evidencias arqueológicas demuestran el uso generalizado de dos materiales principales, la arcilla y la piedra en forma de cantos rodados o piedra de río; además de utilizar materiales orgánicos (madera, caña y fibras vegetales), tanto para paredes como para techos, todos los cuales permitieron, a los diferentes grupos indígenas, integrarse arquitectónicamente de modo orgánico con su medio ambiente natural. La arquitectura de los grupos precolombinos del país y a lo largo de su desarrollo histórico tomó en consideración varios aspectos para la conformación de un asentamiento, entre ellos, el entorno natural de cada zona, las condiciones climáticas, el relieve y las cuencas hidrográficas.
Ha pesar de que han transcurrido varios siglos desde que los españoles arribaron a América, todavía se pueden observar las infraestructuras construidas por los indígenas antes de la conquista. La arquitectura indígena, como un hecho concreto, presenta elementos espaciales acordes con las necesidades de sus habitantes. Las obras realizadas en tiempos precolombinos, tanto para fines domésticos, transporte, encuentro, intercambio y comercio de productos, así como para rituales funerarios y mágico - ceremoniales, se distinguieron por ser variados, por poseer un valor simbólico y adaptarse al entorno geográfico y natural.
Las evidencias arqueológicas revelan en esta arquitectura el uso generalizado de materiales como la arcilla, la piedra y materiales orgánicos como madera, caña y fibras vegetales. Debido al clima tropical que poseemos, estos materiales no se lograron conservar, sin embargo, quedan sitios arqueológicos esparcidos por todo el país, que van desde los restos de una sola vivienda hasta cementerios completos, desde importantes calzadas hasta complejos asentamientos urbanos, siendo Guayabo de Turrialba un ejemplo a citar.
Las viviendas fueron el resultado de la necesidad de abrigo y tienen como característica principal que sus materiales, formas y técnicas constructivas continúan siendo los mismos, donde el bosque es el principal proveedor para la construcción. Este elemento sumado con las tradiciones, artesanías, visión del mundo y formas de organización indígena, han venido a ocupar un papel destacado en el turismo cultural.
Información extraída de: El patrimonio histórico-arquitectónico en el panorama cultural de Costa Rica. En: Revista Herencia, vol.23 (1), 7-19, 2019.
Para mayor profundización del período antiguo de la arquitectura de nuestro país, consultar el libro: Guía de Arquitectura y paisaje de Costa Rica de Ofelia Sanou Alfaro.
Arquitectura colonial

En términos generales, la arquitectura costarricense de la colonia, siguió la antigua arquitectura de tradición mediterránea del adobe, un estilo que permaneció por cuatro siglos en lugares como Cartago, Valle Central y Pacífico Norte. Fue una arquitectura austera y maciza, de pesados bloques de barro mezclados con estiércol y paja, con techos de teja y paredes encaladas por dentro y por fuera.
Durante el período colonial se destacó la influencia española con el diseño de cuadrante de los pueblos, el cual aún sigue vigente como modelo de proyecto urbano. García (2010), añade que parte de esa herencia es también el diseño de casas de adobe con patio central, dividido en dos áreas puntuales:
- La caballeriza, bodega de granos y aparejos; las áreas de ordeño y lugar para guardar la carreta.
- El espacio de jardín abierto rodeado de corredores internos comunicados directamente con las salas privadas y sanitarios, los cuales estaban totalmente aislados en patios internos, pero usualmente ubicados al final del terreno. Las zonas del jardín interior eran amplias a diferencia de las que quedaban en el exterior que eran pocas y pequeñas.

Este sistema de construcción con adobe subsistió hasta el año de 1910, cuando por motivo del terremoto de Cartago y la destrucción causada, llegó a su fin, pasando a usarse la madera y la lámina de metal como cubrimiento de paredes. A partir de este acontecimiento se estableció un cambio en el proceso de construcción del país, generándose la utilización del bahareque, la tela metálica y el ladrillo de barro cocido.
De la vivienda con adobe, algunas poseen la llamada puerta de sol o puerta encontrada, se trata de un rasgo representativo de la arquitectura guanacasteca. La puerta tiene como función el ingreso de luz natural, la cual se obtiene abriendo la puerta que está ubicada hacia donde se proyecta el sol en ese momento.
De esta arquitectura solo ha quedado intacta la ermita franciscana de Orosi, y en ruinas el templo parroquial de Ujarrás, ambas en la provincia de Cartago. Posteriormente y dentro de la misma tradición arquitectónica colonial, están las parroquias de San Blas de Nicoya, La Agonía de Liberia y la ermita de Quircot en Cartago. (Fernández: 2010)
Es una técnica mestiza, más liviana que el adobe. Su estructura era de madera y caña, y solo el relleno y recubrimiento eran de barro.
Arquitectura neocolonial
Tuvo distintas variables, entre ellas las llamadas arquitectura neobarroco hispánico, arquitectura colonial californiano, misión style y de restauración nacionalista. Apareció en América a inicios del siglo XX, luego de la Revolución Mexicana, como parte de las corrientes de reivindicación sociocultural de lo criollo y lo mestizo.
Formalmente fue una arquitectura espléndida en sus espacios, de espesor simulado en algunos de sus muros, de arcadas y paños curvilíneos, de encalados y estucados rústicos, de cubiertas, tapias y pórticos con tejas; con enchapes en piedra y cerámicas de varios colores, un notable uso artesanal de la madera y el metal en muy diversos elementos. Construido en los diferentes bahareques, pronto se ajustó al concreto armado, la mampostería confinada y los principios estructurales que ello implicaba.

Fue utilizada tanto en grandes obras públicas como la Casa Amarilla y la Asamblea Legislativa, así como en muchas escuelas y palacios municipales como el de San Isidro de Coronado, además de edificios comerciales y residenciales, sobre todo para las clases más pudientes y en barrios aristocráticos como Escalante en San José y San Francisco de Heredia, exponiendo su compleja volumetría que incorpora torres, como núcleos de escaleras, el uso del color blanco, las molduras de líneas barrocas en puertas y ventanas, el uso de tejas, arcos de medio punto y balcones limeños. Es una arquitectura que estuvo presente con su atractiva plástica en fachadas e interiores de viviendas más populares, pero no sobrevivió más allá de los años cincuenta del siglo XX, siendo el último ejemplo, la iglesia de San Rafael de Escazú.